lunes, 25 de mayo de 2009

CUANDO CAER BIEN ES UNA OBSESIÓN

Quienes sienten ansiosa necesidad de ser aceptados, frecuentemente caen en el error de adornar su propio ser buscando causar una impresión favorable en los demás. Lo anterior refleja la inseguridad del individuo, la cual requiere de simple esfuerzo para superarla; nosotros podemos ayudarla a dar un primer paso.

Usted podrá estar de acuerdo con lo siguiente: como parte del desarrollo personal, es razonable y positivo que uno se plantee hacer cosas para gustar a los demás. No obstante, son muchas las personas que, aun entendiendo como trascendental la opinión que suscitan en los demás, no saben ganarse afecto, consideración y simpatía de los seres que les rodean.

El problema toma dimensiones mayores cuando este tipo de individuos pretenden seducir a sus semejantes para obtener amor, reconocimiento, ayuda o respeto, lanzando al entorno una especie de señuelo esperando una respuesta, la cual no siempre es la esperada y en su lugar hay indiferencia o, peor aún, desprecio. Entonces se atribuye el fracaso a la incomprensión del otro o a su escasa sensibilidad para apreciar las virtudes de la persona en cuestión.

De acuerdo a la psicóloga española Marga Pascual, lo indicado es aprender a medir la intensidad de nuestras propias actitudes con respecto a la interacción con los demás, para no parecer entrometido o manipulador, o por el contrario, ser calificado de orgulloso y arrogante cuando se ha tomado la decisión de mostrarse discreto en extremo, pues lo único que se hace es disimular la inseguridad.

La especialista refiere otro ejemplo de lo que ocurre frecuentemente, es el de quien trata de conseguir el respeto de los demás poniéndose siempre en primera línea de acción para mostrar su capacidad e inteligencia, con el evidente riesgo de convertirse en un gran tirano que sólo obtendrá seres sometidos o enemistades.

Sea como usted es
Está comprobado que personas que se muestran espontáneas y relajadas crean a su alrededor una aureola de admiración, respeto y cariño, sin imitar comportamientos. Detengámonos a pensar en los siguientes rasgos de nuestra personalidad:

Aspecto personal. Debemos concederle verdadera importancia a nuestra apariencia, ya que es nuestra tarjeta de presentación. Tengamos en cuenta que hay vestuario y sus complementos que pueden provocar reacciones negativas en algunas personas. Por ello, adaptemos nuestras opciones, preferencias y posibilidades estéticas a la impresión que queremos causar. Dedique atención y tiempo a su aseo y cuidado personal, pues la buena imagen corporal refuerza la seguridad personal y abre las puertas a la aceptación social.
Actitud ante la vida. Es otro aspecto tanto o más importante que el anterior, ya que pesimismo, desconfianza, intolerancia, autosuficiencia o egocentrismo no sólo no gustan a nadie, sino que no conviene albergarlas en nuestro interior. Revise su estado de ánimo y controle sus sentimientos y emociones, para que no interfieran en sus relaciones con los demás.
Vigílese. No abrume a los demás con lo que padece o le preocupa; compartir problemas no significa endosárselos a los demás. No interprete el pensamiento de los demás, ni procure adivinar, es muy posible que se equivoque. Administre los silencios, pero no para pensar en sus cosas, sino para mostrar respeto e interés por lo que siente el otro.
Tolerancia. Para caer bien no hay nada mejor que querer a los demás, escucharles, respetar sus emociones y situarse en su lugar. El respeto a quienes piensan y actúan de modo distinto al nuestro ayuda a que tengamos mejor imagen. Aprenda a escuchar a la otra persona para que se sienta acompañada y comprendida; hágale preguntas.
Autoconfianza. Piense que siendo como es realmente puede acarrearle algunos sinsabores y que tiene derecho a cometer errores, a opinar de forma diferente a los demás, a cambiar de opinión y a protestar cuando recibe trato injusto. Es bueno tener actitudes y pensamientos que dispongan al aprendizaje.
Seguridad. Muéstrese seguro de lo que hace, por ejemplo, al utilizar tono de voz adecuado y firme o al mirar a la cara al interlocutor. En las discusiones evite utilizar los mensajes en que se descarga en el otro la responsabilidad o culpa de todo el conflicto. Atrévase a utilizar el enunciado "yo", exponiendo los aspectos en que ha fallado, haciendo gala de la autocrítica.
Ábrase. Preguntemos lo que no sabemos, sin miedo a hacer el ridículo o a pasar por ignorantes; así, ayudamos a que los demás se sientan importantes y útiles. Dicen los que saben que cuanto más inteligente y atractiva es una persona, más pregunta y escucha.
Opine. No diga a nadie lo que tiene que hacer, ni dé consejos, hacerlo pondrá a usted en una situación de superioridad que termina por no gustar. Cuando le pidan consejo, simplemente opine y ayude a que la otra persona encuentre la respuesta.
Finalmente, no juegue a hacerse el simpático.

No soy monedita de oro
La manera más sencilla de triunfar en todos los aspectos es convertirnos en personas más abiertas, tolerantes e interesadas por lo que ocurre a los demás. Tome en cuenta que la máxima satisfacción de una persona es mirarse hacia dentro y sentirse bien, conforme con su manera de ser, de pensar y de comportarse, lo demás viene por añadidura.

Por último, recuerde que es difícil ser un individuo querido y apreciado por todos, reconocido como sincero, positivo, genuino, alegre, comunicativo y sensible; pero podemos ser muy estimados por quienes nos rodean sin que nuestra personalidad reúna estas características tan cercanas a la excelencia.

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“La labor del Psicólogo(a) va más allá de la formulación de una impresión diagnóstica”

Los tiempos cambian, y de cada uno de nosotros como profesionales depende si también nos renovamos continuamente, para mejorar y entregar nuestro servicio a la labor del alma, del espíritu, a la enfermedad que no se ve al padecimiento que se carcome los huesos sin expresarse en un osteosarcoma o una fractura, pero que sin embargo no deja vivir plenamente a cada ser que confía su vida a merced de un extraño...nosotros....es necesario recordar, que no nos formamos para arrojar diagnósticos, sino para generar una mejoría significativa en la calidad de vida de las personas, sin etiquetarlas y marcarlas con un sello patológico, es una oportunidad de crecimiento postergada cada vez que realizamos una labor tan catastrófica como ésa, por lo tanto es necesario crecer cada día mas, conocer, prepararnos, actualizarnos, debe ser parte de la sed que nos “seque la boca”, que nos provoca apasionarnos en lo que hacemos, pero sobretodo, que nos muestra que trabajamos para el servicio de otros, no trabajamos con “otro más” como si fuera una estadística más o un experimento.

Rebeca Chaves A.



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